Por Laura Garza
Fernando Valenzuela se ha ido y nos ha devuelto los recuerdos, las fotos en blanco y negro, las narraciones míticas del beisbol y las tardes con nuestro padre mientras nos hablaba del mejor beisbolista mexicano en la historia.
Hemos comenzado a convertirnos en la generación que pierde a nuestros ídolos de la infancia, y sobre todo a los que fuimos heredando de la admiración de nuestros padres.
En el deporte el “Toro” Valenzuela es uno de ellos, y comenzamos a quedarnos como en un limbo de la historia en donde los más jóvenes no tienen ni idea de quién era, y nosotros los menos jóvenes empalmamos la historia con los recuerdos propios.
Pero hay quienes entraron en su adolescencia siendo testigos de un mexicano jugando en las Grandes Ligas, en blanco y negro y a color, pero no a uno en 4K, era un color de colores opacos, y una imagen granulada.
Eran otros tiempos y así se veía bien.
Seguramente ha leído y escuchado toda su historia durante estos días, y es que a los seguidores del Beisbol en el mundo les ha impactado la noticia.
El hombre que pudo presumir seis nombramientos al Juego de Estrellas, ganar el Premio a Novato del año y Cy Young, y haberle ganado a los Yankees lanzando las nueve entradas en casi 150 pitcheos en aquella Serie Mundial hace 43 años.
Esta foto es magnífico ejemplo para hablar de esos tiempos del blanco y negro, de hace 43 años cuando Valenzuela, siendo el lanzador mexicano de los Dodgers de Los Ángeles era bañado de champaña por el también lanzador “Buff” Tom Niedenfuer después de ganar el título de la Liga Nacional ante los Expos el 19 de octubre para después enfrentarse a los Yankees.
El momento es épico y fue capturado por el fotógrafo MacAlpine, quien comenzara su carrera de manera profesional por allá de 1980.
Una foto rescatada de su archivo, un negativo bien conservado, bien digitalizado y allí uno de los momentos más felices de un mexicano que no imaginó nunca tener ese éxito a nivel mundial.
De una familia humilde, fue descubierto por un cazatalentos, se fue a Estados Unidos y el resto es historia. Hoy cientos de personas han colocado distintos tipos de altares en Estados Unidos y México, cientos de deportistas han emitido su pésame, Clubes deportivos, personalidades políticas internacionales, entre otros.
La fotografía es perfecta, los chorros de champaña congelada mientras caen por el rostro de Valenzuela, la mirada directa de Tom en su hazaña traviesa por celebrar a uno de los jugadores más importantes del equipo.
Los detalles del uniforme, la chamarra histórica de aquellos campeones, el vestidor con un estilo básico y elemental, no como los que son ahora.
El negativo puede haberse dañado un poco y por ello vemos esas manchas blancas, o quizá el mismo lente en el momento del festejo pudo haberse quedado sucio. Pero el flash nos deja claro el rostro de Fernando Valenzuela.
Creemos que las fotografías de triunfos son cuando se alza la mirada, el rostro mira hacia el cielo y se alza el trofeo, pero yo diría que en este momento en el que ni siquiera vemos los ojos de “el Toro” nos representa eso y más.
La intimidad que tenía un fotógrafo en esos tiempos, porque está cerca de la emoción del reconocimiento que recibe el mexicano, sin saber lo que terminaría logrando frente a los Yankees en el tercer juego de la Serie Mundial en el Dodger Stadium.
Quizá su entrega al beisbol era todo o nada, una relación de vida y muerte, estar en él o no estar y estos últimos meses que fue alejado de él por problemas de salud se le fueron apagando las ganas de seguir.
No sabremos nunca si a la hora de alejarse tanto de lo que uno ama y nuestro cuerpo comienza a fallar, los recuerdos que llegan a la mente llegan a color o en blanco y negro, si vienen escenas como estas en donde el sabor de la champaña puedes sentirlo en los labios, con los gritos eufóricos de la gente en el estadio, con las miradas de los amigos y los compañeros en el vestuario.
Hoy nos llegan los recuerdos a quienes vimos cómo un hombre mexicano pudo llegar tan lejos, hacer historia, gozar lo que amaba hacer y convertirse en un imán para hombres y mujeres hasta crear una “Fernandomanía” en la que todos querían estar.
El recuerdo más impactante siempre será en blanco y negro, porque representan nuestros primeros años de historias personales, como la emoción de nuestro padre al celebrar una Serie Mundial o que simplemente un mexicano pudo con los gringos y nuestra ingenuidad.
Por esto nos duelen estas pérdidas, no solo por lo que fueron en el deporte, sino porque nos advierte que “nuestros viejos” se nos hacen grandes y nosotros nos vamos quedamos huérfanos de ídolos de la infancia.
Columna publicada Diario La Razón
Foto: Archivo AP