Por Laura Garza
Cualquier imagen que antes de mostrarse te antepone un aviso de “Material Sensible”, tomas la decisión de retener una escena en tu memoria durantealgunas horas, pero que sobre todo te llevará a cuestionarte de sobremanera.
Las fotografías “sensibles” suelen tener rastros de violencia, de esa que sobrepasa nuestra popia humanidad. Son las que muestran la vulnerabilidad del cuerpo y su piel. Las que nos atestiguan la batalla perdida de la vida contra la muerte.
El aviso “sensible” también incluye escenas que han pasado a ser parte de la cotidianidad de una sociedad, quizá cada medio debería llevar contabilizadas los “hechos sensibles” que vivimos a diario allí afuera para darse cuenta que esa leyenda ha quedado obsoleta.
La muerte como un paisaje, como una problemática, como una forma de vida, como un trofeo entre unos, como un objeto en medio de las ramas, como un cuerpo más que se suma a una estadística y que se quita de alguna familia.
Culiacán, otra vez. Los narcos y sus enfrentamientosque van dejando los cuerpos tirados sobre piedras, tierra o montes. En el 2006 también pasó, apenas salía el sol y el fotoperiodista Fernando Brito descubría un cuerpo más y los fue fotografiando. De eso ya pasó un tiempo, varios premios y se han sumado más cuerpos.
Por eso digo “otra vez”. Con esta foto del fotoperiodista Jesús Bustamante de Reuters, que sin la estética de Brito, documenta el cuerpo que yace entre piedras y mucha tierra.
El cuerpo del hombre vestido de azul está sobre la tierra y piedras, de lado del camino pavimentado, pero atrás de unos secos y abandonados matorrales.
Al fondo una zona residencial, la parte de atrás de las casas con las ventanas de los cuartos en donde pueden dormir niños o los hijos de alguien. A unos cuántos metros alguien mató a este hombre o pasó y lo tiró.
¿Alguien habrá escuchado algo? ¿Habrán estado durmiendo cuando escucharon el rechinar de llantas, los gritos o el balazo? ¿Habrán ignorado todo y habrán vuelto a dormir?
No lo sabremos a simple vista, pero existe notable cercanía con la cotidianidad de esa privada.
Los cuerpos de los muertos que yacen en cualquier lugar, como parte de un paisaje y de un día habitual en Culiacán. Hombres y mujeres asesinados, sin ningún tipo de sensibilidad, ninguna para alertar del contenido “sensible”.
Es irónico, yo lo sé, pero al mirar la foto podemos acercarnos a la realidad que viven los culichis todos los días desde los primeros de septiembre.
La cinta amarilla que prohibe el paso se transforma en el marco de la escena, para que solo mires lo que hay que mirar e ignores que todo pasó tan cerca de familias con miedo dentro de sus casas.
Otra ironía.
El cuerpo de los muertos es lo que terminamos por ver, un día sí y el otro también, el retrato de la violencia que se vive en muchos estados del país, y una serie de fotografías que documentan la permanencia de los grupos delictivos que van dejando sus trofeos a la vista de todos.
Esto no puede ser sensible, sino *Material de la vida real.
Columna publicada Diario La Razón