Por Laura Garza
Tan cerrado como sus ideas y su discurso. Tan viejo que no ofrece nada distinto, porque las calcas en los autos se han pegado desde hace mucho tiempo, salir a recorrer las calles también y sentarse a dar un discurso tan escueto y falso, tiene una eternidad.
Samuel no es el “nuevo” ni tiene nada de “nuevo”, quizá la alevosía y dinamismo de su mujer quien lo ha sacado de las caídas más profundas y lo hace vistoso.
Pero Samuel representa a lo viejo haciendo lo de los viejos.
Habla igual, bueno con acento regio, golpeado y san petrino, pero sigue las mismas líneas que el resto de los políticos. Una especie de réplica pero con un acta de nacimiento más reciente.
Se perfila a ser un mal encarado ante quien no piense como él, un hombre que caerá en la agresividad cuando no sepa cómo demostrar madurez e inteligencia ante insultos a él o su mujer.
Lo que comenzó a suceder desde el día de ayer en Nuevo León es mucho más de lo viejo y de lo más sucio que hemos visto en el estado y hoy visto por todo el país.
Lo mismo pero revuelto y con bombas de humo, de manera literal dentro del Congreso para la elección del Gobernador interino.
Si alguien todavía duda, algo está pasando en su criterio. En el mensaje que emitió Samuel en su oficina se repite la contradicción de la narrativa de un partido naranja que cree vender algo nuevo, cuando son puros viejos en la política mexicana.
Samuel vestido de negro, olvidando el color naranja en su movimiento sucio dentro del gobierno del “nuevo” Nuevo León. Aparece de luto y sin formas de persuadir.
Vemos su escritorio limpio, con una hoja o tarjeta en blanco, nada de texto, un vacío que solo él y su equipo creen que hay algo, porque hasta la pluma está a un costado pero está al revés, es decir con la punta hacia la cámara y no al contrario como debería de ser cuando alguien escribe.
El escritorio tan limpio, como si no hubiera sido ocupado en muchos días, ¡ah! Claro es que ya andaba en pre campaña.
Pero volvamos. Siempre me ha parecido que quien le recomendó utilizar camisas con cuello ancho, olvidó que la forma de su cuerpo tan cuadrada y su cuello tan ancho y corto, no le beneficia en nada y lo hace ver más pequeño. Todo en grande, el cuello, el nudo en la corbata y la solapa de un abrigo formal, junto a la silla que también no le queda a su estatura.
Para esto pudieron haber puesto un cojín para que se viera más alto como si ocupara en todo el sentido de la palabra esa silla.
Y si no fuera lo único grande, tenemos la ubicación de las banderas, tan grandes al fondo que no le dejan un mínimo espacio para generar una perspectiva de espacio e incluso grandeza en el propio gobernador y futuro ex gobernador.
La taza innecesaria de lado izquierdo, la computadora como el jarrón olvidado.
Más de lo mismo, de lo viejo y tradicional.
El escritorio como la barrera entre él y quien lo ve, sus manos juntas, porque no tiene nada qué mostrar como la hoja en blanco que le acompaña. Las palmas tan escondidas que más nos vale no confiar en lo que supone tener en ellas.
Si en verdad fueran “semi nuevos” porque de nuevos no tienen nada, hubieran utilizado a su favor las nuevas maneras de comunicarse con la gente, sí, esas que solo un buen consultor y un equipo de comunicación política pueden explicarles.
Tanto viajar para terminar haciendo lo mismo, tanto hablar para no tener nada, como la hoja en blanco, igual que los de Palacio Nacional, que solo usan los escritorios de adorno y el resto como utensilios mal utilizados.
No Samuel, no tienes nada de nuevo, porque ese “Nuevo” Nuevo León, que dejaste es porque está olvidado, descuidado, inseguro, sucio, y lleno de porros que como hoy metiste en el Congreso y así, así no era.
El mafioso.
El provocador.
El causante del más aberrante capítulo de la gestión política en el estado de Nuevo León.
SamuEL.