Por Laura Garza
El título de este espacio explica de qué hablaré hoy.
Es un día histórico para mi vida porque tengo una abuela paterna que llegó a los 90 años.
Mi abuelo materno murió a semanas de cumplir sus 90 quedándose dormido en el sillón de su sala.
Me tocó despedirlo, sacarle de sus bolsas del pantalón y solo recuerdo no quitarle la vista pidiéndole, o mejor rogándole que por favor no se moviera.
He sido afortunada.
Mi abuelo paterno murió hace tres años y pude estar en sus últimos 24 hrs y presenciar su último respiro.
Pero hoy mi abuela es la estrella de este espacio, y quisiera compartirles que para muchos puede ser no la mejor abuela pero para mi sí.
Porque me consintió en mi infancia, me cuidó, me hizo los mejores platillos y me dio grandes veranos.
Los mejores veranos tenían más de 40 grados, helados, misas (muchas), gorditas de harina, galletas, balones de fútbol hechizos y noches de carcajadas en la cama de los abuelos.
Mi abuela hoy llegó a los 90 años y me dijo una frase tan honesta y tan poca dicha “suena muy bonito llegar a los 90 pero no es así”.
Y qué tan cierto.
Mi abuela tiene 90 y su esposo murió hace dos años y medio, ha quedado sola y cansada.
Como en todas las familias, hay hijos que van y otros que ya no van, y seguro eso le duele de día y de noche.
Está sola.
Porque todos estamos en otras vidas ciudades y países, y creemos que son más importantes.
Pero es la abuela, y debería de ser la más visitada.
Es el único eslabón de nuestra historia familiar, es la única mujer que sabe cómo se formó todo lo que hoy somos y hacemos. Es la que nos enseñó a cocinar a las mujeres y a la que a los hombres les enseñó que una mujer podía cocinarles siempre lo que quisieran y que eso significada un “te quiero”.
Porque aunque para algunos no fue la más perfecta, para mí lo fue. (Insisto)
Tengo una lista enorme de recuerdos, ojalá lo sepa.
Mi abuela es mi abuela y hoy llega a los 90 años, eso significa que en su vida he estado un poco más de la mitad de todo lo que ha vivido.
Esa foto la tomé en pandemia y luce hermosa, con su cutis perfecto, con su sonrisa para mi cámara.
Gracias abuela por ser mi abuela y por mis millones de recuerdos, muchos que quiero que mi hija también tenga en su memoria.
Como mi pelota hecha de masking tape que hasta hoy conservas.
Ojalá me dures más, pero se que es egoísta.
Pero quiero que sepas que cuando te vayas habrá una nieta que te llorará con una sonrisa por todo lo que la hiciste feliz en su infancia y bien dicen que infancia es destino.
¡Felices 90!