Reflexión de un 2 de junio del 2024
Por Laura Garza
Cada proceso electoral lo he vivido de manera intensa desde el año 2000 que fue mi primera vez en salir con la independencia que te brindan los 18 años recién cumplidos y el enérgico poder que uno siente en su mente y en sus convicciones.
¿Convicciones? Sí, esas que vas heredando y moldeando a tu propio criterio en temas políticos. Por fortuna tuve un abuelo que estuvo en la política y que nos enseñó en sus narraciones fehacientes el valor de la verdad y de la incorruptibilidad de tus valores, tu ética y justo eso: tus convicciones.
Con el paso fui desarrollando mi interés nato en la política estatal y nacional, inicié por ahí del 2002 a enviar mis “Cartas al Director” a El Norte del Grupo Reforma y comenzaron a publicarse una y otra y otra. Vinieron invitaciones a mesas de trabajo, a aprender la labor de un editorialista y también la oportunidad de probar la reporteada.
En el 2006 me tocó entrevistar a algunos candidatos, voté en Monterrey, y mi voto siguió siendo igual, mis ideales permanecían, mi interés por sumar como ciudadana se mantenía firme. Lamentablemente la sociedad regia no era tan abierta para que una joven hablara de esos temas porque quien tiene la palabra siempre han sido los hombres.
Por segunda ocasión ganaron los que yo había elegido como ciudadana bajo los mismos ideales de tener un mejor país y mejores oportunidades.
Llegó el 2012 y ya desde la Ciudad de México la cercanía a las conversaciones encendidas, a los intereses directos de los grupos políticos que yo desde lejos veía, los tenía cerca y sentía que mi decisión aún tenía mayor importancia, que al caso siempre ha sido la misma, pero al estar en la capital del país sabía que algo podía pasar.
Tuve la suerte de comenzar a trabajar a través de la fotografía con mujeres y hombres que hacían política y planteaban propuestas tangibles para ayudar en distintos sectores de la sociedad. Más tarde me vendría la oportunidad de incorporarme al grupo de editores del Presidente Enrique Peña Nieto y así comencé a formar parte de la política mexicana desde la trinchera de la congruencia visual del presidente de mi país.
Estar de cerca me hizo conocer y valorar el esfuerzo de muchos allí dentro. De allí me tocaría estar en la subdirección de Comunicación Social del ISSSTE en donde me fasciné, si es que puede ser el adjetivo perfecto, en poder sumar de manera directa con acciones que le beneficiaban a miles de mexicanos en distintas áreas.
Tres años de realizar campañas de concientización en materia de salud e informativas para derechohabientes.
Mi convicción se fortalecía al crear y realizar acciones tangibles para muchos mexicanos. En ese tiempo más que nunca estaba “en” la política nacional. Era un orgullo y lo fue hasta la fecha.
Llegó el 2018 y con ello rupturas de amistades, familiares y de pareja. El triunfo de Andrés Manuel y su narrativa de odio y rencor ya había permeado después de seis años arduos de no bajar la guardia para ganar la presidencia a como fuera de lugar, a la buena o a la mala.
Las convicciones se hacían más fuertes, la claridad de lo que sí era bueno y de lo que era malo no ponía nada en discusión, o es o no es, a veces sí es muy simple saberlo.
Desde la división, comencé con acciones ciudadanas a alzar la voz, a no callarme por presiones y amenazas “baratas” de quien me las hacía en ese tiempo para dejar de hablar de López Obrador.
Puntualizo que ser madre te empodera cada poro de tu piel y el presente y futuro lo defiendes con las uñas. 2018 fue un parteaguas para mi labor ciudadana activa y un reto para mi capacidad creativa.
Así surgió Votar es de Chingones en el 2021, tras salir adelante con mi hija y sobrevivir una pandemia que me quitó familiares y amigos.
Luché, convoqué bajo un discurso 100% ciudadano y de una mujer independiente, trabajadora, enérgica y mamá. Votar de Chingones tuvo vida y se la ganó con cada persona que hizo suya la frase y salió a votar.
En este 2024 me encontré con una Laura como aquella del 2000 que tenía esas convicciones de ciudadana a flor de piel, que lo que decía mi abuelo era verdad, esas no se quitan, esas no las callan, esas no se venden.
Votar es de Chingones inició antes del tiempo programado, sobrevivió a plagios, a difamaciones, a golpes directos, a amenazas, a ataques hacia mi persona y hacia una acción que solo buscaba promover el voto.
El resultado fue fascinante, más de 6,274 playeras distribuidas de manera gratuita en todo el país, 1,920 calcomanías, 100 bolsas, 2,800 pulseras, 19 entrevistas en medios nacionales, 2 charlas con jóvenes, participación en mesas de análisis y la participaciones en foros internacionales. Los ciudadanos se involucraron, hombres y mujeres hicieron sus propias playeras, sus propios materiales y la tarea era clara VAMOS A VOTAR.
El abuelo tenía razón.
El domingo 2 de junio fue un día arduo de participar en un ejercicio de observación electoral internacional con tres observadores que venían de Rumania, Croacia y España para recorrer juntos Iztapalapa y algunas de sus casillas.
Un día eterno que al llegar la tarde noche, un silencio desconocido inundó la Ciudad de México y nuestros teléfonos.
Horas más tarde el desazón, la duda de mirarnos a los ojos de quienes no paramos de realizar labor ciudadana día y noche. Nos mirábamos en el reflejo de las ventanas cuestionándonos ¿qué habíamos hecho mal? ¿no fue suficiente? ¿qué nos faltó? Cuando los ojos y la piel roja de estar horas bajo el sol y de no dormir tantos días no eran suficientes para sentirnos satisfechos.
Días de silencio, un post parto de realidad.
La sociedad se rompió o ya estaba rota y no lo quisimos ver. El domingo pasadas las 12 de la noche nos dimos cuenta que no sabíamos con quién estábamos, ¿quién era el de alado? ¿quiénes éramos todos?
Hombres y mujeres con convicciones fragmentadas o nulas. Millones de mexicanos que sin importar el número de niños fallecidos o que se encuentran en pena en una cama de algún hospital sin recibir sus medicamentos para sobrellevar los dolores de un cáncer, sin aceptar que el nivel de inseguridad es uno nunca antes vivido, sin creer que el sistema de salud está deteriorado y no puede ayudar de manera completa y dignamente a nadie.
Que solo nosotros vimos la incorporación del crimen organizado en el país, que las 11 mujeres que mueren a diario por feminicidio solo lo sabíamos pocos.
Millones de mexicanos que han soportado de todo, pero que recibir un dinerito extra les hace olvidar todo lo demás. “Qué tanto es tantito” o como lo escuché decir entre la gente “Todos roban, pero esos sí comparten”.
El 2024 me cayó como un balde de agua fría, como a tantos. Nos enmudeció. Nos rompió.
La sociedad está rota y la división es tan real como los altísimos niveles de homicidios.
Pero esto un poco como la rivalidad en el fútbol, uno gana y otro pierde; por lo tanto la derrota se digiere, se acepta y se re plantea el modo de juego.
Los ciudadanos vamos a seguir jugando, los que creemos que México es mucho como para dejarlo en manos de quien lo quiere enmudecer. Podrán llamarnos “La Resistencia” como lo planteé el mismo domingo, porque esto no es de gusto, esto no es de moda, esto no es por un “hueso”, esto no es por dinero, esto no es por afinidad a un nombre y apellido, esto es por la defensa de nuestras convicciones.
Esas que nos mueven, que nos abrazan en los desvelos y nos impulsan en las derrotas como esta.
Seguiremos siendo ciudadanos, seguiremos alzando la voz, seguiremos creyendo que lo bueno es bueno y lo malo, no se disfraza con mentiras.
México nos necesita más firmes que nunca, nuestros hijos nos deben de ver fuertes y contestatarios, en positivo, en colectivo.
El trabajo será arduo, pero lo que bien se defiende es porque bien se quiere.
Seguiremos.