Por Laura Garza
Pensé que esta imagen no me daría lo suficiente para una columna y quedaría en solo un tweet, pero no fue así.
Las campañas políticas y el poder de la imagen siempre pueden dar tela de dónde cortar y comenzar a analizarlas es una difícil decisión porque el cúmulo de elementos se ponen en orden y después en desorden.
La invitación digital para redes sociales por parte del equipo de campaña de Claudia Sheinbaum para acompañarla el 1 de marzo en el Zócalo es tan excesivo que no hay manera de respirar, de sentir ganas de ir, de querer acercarse y de no sentir agobio.
En primer plano tenemos a la candidata con una actitud dura, sin ningún tipo de emoción y con la mirada perdida. ¿A quién ve? ¿Por qué deciden hacer fotos de los candidatos sin mirar a sus votantes?
La boca bien cerrada y sin la más mínima expresión de gusto, de querer ver a su gente en un evento, prácticamente, de los más importantes del proceso de campaña.
La iluminación dispareja, demasiada luz en el rostro y la oscuridad en el cuello y aquí voy al área del retrato con mayor profundidad.
Claudia y la oscuridad en su cuello, por la vanidad, por el mal efecto clonado que le simulan dos líneas idénticas, porque el diseñador no supo retocar y por ello esa sombra forzada. Justo allí, en la garganta, de donde se emite la voz, se escuchan las ideas y por donde pasa el aire.
La garganta se la han oscurecido, no hay paso, no existe. Como si no fuera poco, la pashmina enrollada en el cuello y acotándola con un nudo.
Con todo eso, no hay manera que la señora Claudia tenga voz propia o que no le permiten siquiera hablar.
Como pocas veces en estos últimos meses, aparece con un vestido gris, formal, conservador, per más moderno. Una pieza básica en cualquier clóset de una mujer, y lo que me sorprende es que muestre los brazos.
Perdón, pero de nueva cuenta el diseñador no supo cómo siluetearla ni hacerlo de manera profesional, allí lo puede ver en el costado del brazo derecho.
Pero no solo es eso, sino que aparecen sus brazos cruzados, uno con el otro, de nuevo sin ningún espacio.
Aparece como una mujer cerrada de pies a cabeza, o de medio cuerpo a cabeza. No hay por dónde acercarse a ella. No hay manera de que yo entienda que es la anfitriona de un gran evento, de una fiesta, o mejor dicho, del inicio de su campaña.
Ya en serio, ¿qué quisieron transmitir?
El Zócalo al fondo, ella tan magnánima y la gente tan pequeña. Algunas personas por allí abajo, una foto cualquiera que solo se contradice semióticamente hablando.
El color amarillo y sus distintas tonalidades hasta el marrón, parecerá más que hace un calor insoportable que otra cosa, entonces viene el agobio porque no deja respirar.
Pareciera que detrás de ella el cielo y arde.
La imagen política puede comunicar mensajes positivos, negativos, contradictorios y finalmente emotivos, esos que van de la mano con los slogans de campaña, con las personalidades de los candidatos o con actitud que ellos mismos han hecho visibles durante su carrera.
Quien hizo este gráfico, se equivocó o acertó en todo, mostrando a una candidata que no mira, no se despeina, no habla, no se emociona y no permite que se le acerque nadie.
¿Alguien allí dentro sabe del lenguaje no verbal? ¿Alguien allí sabe que TODO comunica? ¿Alguien allí sabe que todo parte de la emoción? ¿Alguien allí sabe que es el inicio de campaña?
Parece que no.