Por Laura Garza
La continuación de una guerra que viene de hace muchos años atrás volvió a encenderse hace más de diez días y la cifra de muertos van en aumento.
La matanza comenzó en Israel, sí, con las atrocidades que ya sabemos, pero ha continuado cada día en Palestina. No hay día en que los ataques continúen, aún y con los “avisos” de Israel a los civiles que desocupen Gaza. Los videos en donde la gente sale en sus coches con lo poco qu les caben, también han terminado en tragedia con ataques directos a las carreteras.
Los palestinos no tienen escapatoria, pareciera que Israel va con la intención de aniquilar a uno por uno, no solo a los integrantes y líderes de Hamas, no, van por todos.
Las escenas siguen siendo dolorosas e impactantes, las miradas perdidas de mujeres, hombres y de niños que ensangrentados o mirando el cuerpo inerte de uno de sus familiares.
El ataque al hospital en Gaza, fue otra tragedia porque los hospitales actúan como refugios para quienes llegan con vida o están luchando por ella. La mayoría de las escenas cubiertas por los fotoperiodistas son en el exterior e interior de hospitales. Las camillas siguen llenándose una tras otra, nadie las limpia porque no hay tiempo.
La sangre se queda tras uno y otro cuerpo. Los niños a veces las comparten, he visto camillas en donde están tres o cuatro niños recostados esperando ser atendidos, gritando “mamá, mamá” con llanto y también otros que están en shock y no se mueven ni por un momento.
Las escenas más tristes nos las estamos llevando en videos y fotografías. Las guerras ya no solo son un reportaje en televisión o una sola foto en la portada de un periódico, hoy en día no las llevamos con rostros, con lágrimas, con sangre, con escombros y con desesperación.
Esta foto que hoy elijo para publicarla acá, tomara por el fotoperiodista Abed Khaled para la agencia AP y me parece una imagen que debería de ser de las finalistas para describir lo que sucedió en Octubre del 2023.
La escena es terrorífica sin necesidad de ver sangre o muertos. Véanla a detalle, de afuera hacia dentro.
De afuera con las casas o edificios aún de pie, para la situación en la que se enfrenta Palestina es un milagro que aún conserven su color y son las paredes blancas las que nos ayudan a tener mayor iluminación y un mayor contraste de la tragedia.
Los autos quemados, desde los que se salvaron de ser alcanzados por las llamas al fondo a la izquierda y todo lo de la derecha, fulminado. El joven que pasa con su bici, el hombre de playera roja con las manos por detrás observando cómo quedó todo afuera del Hospital al-Alhi después de ser bombardeado. Las manos atrás, porque no hay nada que hacer, porque la impotencia le gana y solo queda mirar.
Llegamos al centro de la imagen y para mi es lo más duro e impactante. En el piso la ceniza de las llantas quemadas, del metal derretido, pero también pueden ser de personas que terminaron calcinadas. Todo ese polvo negro en el piso, los rastros de cuántos, de quiénes, cuántos estaban heridos esperando recuperarse en las camillas del hospital, o los propios doctores que corrían de un lado a otro para atender a todos y de pronto ¡PUM!
En cenizas.
Justo al centro hay ropa tirada, la primera que vi es la que era blanca con algo amarillo. Pareciera que está llena de sangre y justo la ceniza en el piso simulan las piernas de un hombre, seguramente.
Más abajo hay una tela morada, pareciera estar cubriendo el cuerpo de un bebé. El resto más ceniza.
No solo es una escena post explosión, es un retrato de guerra, de horror, de matanza, de la indiferencia para matar a cuantos civiles sean necesarios por venganza y por poder.
¿Qué queda por mirar si solo va quedando cenizas en el piso y cascajo de una ciudad?