No es la foto

Por Laura Garza

No es la cabeza agachada del presidente frente al general Salvador Cienfuegos, no es ni siquiera la condecoración que recibió, no es el rostro de disgusto de uno y la sonrisa del otro, es mucho más que eso.

El acto lleno de simbolismos que apremian el discurso de López Obrador donde las Fuerzas Armadas son y serán piezas claves para su poderío y para representar la militarización de nuestro país.

El general Cienfuegos pasó de ser “EL” secretario de la Defensa que representaba al gobierno de Enrique Peña Nieto, culpable por mantener vínculos con el narcotráfico, por encubrir el asesinato de los 43 en Ayotzinapa y sobre todo por ser un abanderado más de la degradación del neoliberalismo en México, cambió de rol en tres años. 

A nuestro presidente se le conoce porque cuando habla, mira de frente y sostiene su narrativa, aún y que sea una mentira. Cuando baja la mirada es porque toma pausas para seguir improvisando un discurso inexistente preparado con anterioridad.

Foto: El País / Reuters

El presidente señala con “su dedito” a quien desee juzgar, calumniar y culpar. Sabe bien cómo hacerlo y mucho más si tiene que ver con el pasado que tanto deterioró a las y los mexicanos con un país que antes se mantenía en la conversación internacional, con escuelas de tiempo completo de calidad, con seguros de gastos para quienes no podían tener acceso al IMSS, ISSSTE o a uno privado, a un país en donde las inversiones eran mayores y donde la seguridad, sin ser la mejor, era mejor.

En fin, él sabe perfectamente cómo culpar y derrochar el clásico discurso de “yo llegué y esto estaba peor”: Lo sabe, pero lo que no esperaba, era que iba a terminar bajando la cabeza a un personaje que simboliza a Peña Nieto y al PRI.

Y lo peor es que este último año parece estarse desvaneciéndose su discurso de una “transformación” que prometía un sistema de salud como el de Dinamarca o cero corrupción, por solo decir dos. 

No vaya a ser que su discurso en contra del neoliberal Cienfuegos haya cambiado porque a quien realmente hay que cuidar, es al C.O. 

Entonces no es analizar mucho sus posturas o su lenguaje no verbal, es remarcar que así como les vendió un discurso de que “ellos eran diferentes” están terminando por ser igual o peor.

El “teatrito” tiene ya cuenta regresiva. 

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