Muy malo el espacio para debatir 

Por Laura Garza

Debates políticos y televisados han ido perdiendo el impacto que alguna vez “pudieron” tener. 

Hemos sido testigos de dos debates en estas últimas semanas, primero el de los candidatos a jefe de gobierno de la ciudad de México y ayer presenciamos el primero de tres, de los tres candidatos a la presidencia de nuestro país.

Un estudio de televisión que cada vez es más grande pero se ve más chico, los candidatos cuentan con menos espacio y por lo tanto los limita a mostrarse ante los ciudadanos un poco más cercanos a la realidad.

El hecho de colocarlos hasta el fondo del Set sin ningún tipo de profundidad visual, detrás de un escritorio tan grande que nos hace ver pequeños, tan brumoso que no podemos ver sus cuerpos completos.

El cuerpo comunica de pies a cabeza y mucho más durante momentos estresantes, lo único que nos queda es observar como mueven las manos, las expresiones en su rostro y si estamos muy atentos, podemos ver cómo se mueven en sus propios asientos en señal de nerviosismo o desesperación.

Si bien el ver un debate no define los votos finales de la ciudadanía, pero si nos mete en la conversación de saber qué está pasando en el escenario de los candidatos a la presidencia, no podemos ser ajenos a lo que está pasando a nuestro alrededor, no sólo en casa, sino en las calles, en nuestros trabajos, con nuestros compañeros de trabajo, con la señora que nos vende los tacos en la calle, con las preocupaciones de todo un país.

La ubicación de los escritorios de cada candidato les impide enfrentarse uno a uno, que es lo que uno esperaría en cualquier debate.

Los debates son para confrontarse, para observar el comportamiento, la actitud, y las reacciones de los candidatos, también no sirve para escuchar propuestas, pero esas están en las campañas que hacen día a día, si no se volviera todo mucho más aburrido.

El formato de este debate se vuelve monótono y acartonado cuando los candidatos sólo pueden ver de frente a su cámara asignada, por más que pudieran provocar ser uno al otro, no están obligados a mirarse a los ojos.

Al tener una mesa o un escritorio, les da seguridad porque se vuelve como un elemento de resguardo. Por eso escriben, toman sus cuadernos, toman sus botellas de agua, y sonríen.

En cambio, si estuvieran de pie con un pequeño atril y el micrófono, tendrían que controlar todo su cuerpo. Con este último formato podrán estar moviendo las piernas en señal de ansiedad o nerviosismo. También les da un espacio para esconder las manos y entonces sentir una especie de protección en cualquier tema que tengan que enfrentar.

Por eso nos aburren porque crean un show televisivo, y no un ejercicio de debate. No olvidemos aquella foto del vicepresidente Richard M. Nixon en 1960 limpiándose el sudor con su pañuelo blanco frente a las cámaras, sin poder controlarse, frente al candidato demócrata John F. Kennedy.

Cualquier político podrá prepararse, aprenderse un guion, seguir las instrucciones de su equipo, evidenciar compruebas impresas a sus contrincantes, pero nunca podrán controlar del todo su cuerpo, y allí está una de las claves que nos acercan o nos alejan como ciudadanos de quienes creemos hablan con la verdad y pueden liderar un país.

Estos formatos empequeñecen a los candidatos y a nosotros nos aburren.

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