Por Laura Garza
Ella buscaba la poesía entre los muertos, los escombros y las historias no concluidas que se rompieron por el estruendo de un misil o la ráfaga de disparos que no se sabe bien de dónde salían.
En este espacio vimos unas fotos de un abuelo que le lloraba al cuerpo inerte de su nieta en el piso después de ser alcanzada por un misil, y a una madre consternada viendo a su hija que no alcanzó a resguardarse del mismo misil.
Y al ver a ambos pensaba en cómo nadie nos prepara para estar frente a la muerte, mirar los cuerpos que son nuestros recostados en la tierra, sin forma y sin vida.

It’s me in this picture. I’m a Ukrainian writer. I have portraits of great Ukrainian poets on my bag. I look like I should be taking pictures of books, art, and my little son. But I document Russia’s war crimes and listen to the sound of shelling, not poems. Why? #StopRussiaNow
Victoria Amelina, una mujer de 37 años y talentosa escritora ucraniana, madre de un hijo pequeño y andadora del camino con la plena convicción de convertir en poesía las alertas de una guerra que acababa con todo frente a sus ojos.
Por eso la foto que ella misma subió en su cuenta personal de Twitter. Un reflejo exacto de quién era y qué hacía.
Amelina y su rostro con mirada triste, según dicen contaba con una facilidad para comunicarse, para entablar amistad con periodistas del mundo entero. Ella estaba en lo suyo, caminaba por el peligro, esquivaba cuerpos y se detenía a admirar los escombros de edificios destruidos por misiles rusos y los transformaba en letras que marcaban las historias también destruidas.Ella veía a las mujeres, las miraba a detalle, las escuchaba y les daba voz. Otro de sus tmas era la trata de mujeres en Europa del Este.
La semana pasada dos periodistas colombianos emitían un comunicado después de haber estado en un ataque de misiles rusos en Ucrania directamente en una zona de civiles y en un día en el que muchos estaban fuera comiendo en algún restaurante.
En una pizzería estaban ellos y Victoria Amelina, el misil los alcanzó. Ellos dos lograron salir, heridas leves, pero ella resultó más afectada puesto que de todo lo que voló mucho fue a dar a su cabeza.
El periodismo internacional volvió a poner sus ojos en Ucrania, en específico por ella.
Hay quienes de manera instintiva buscan a la muerte, como si el cuerpo les pidiera ponerse al frente de la batalla, como si tuvieran un tipo de imán integrado y su atracción hacia el peligro fuera imposible de controlar.
Ella andaba en esa delgada línea, pero su motivación era dar voz a crímenes de guerra, a evidenciar la falsa narrativa que Vladimir Putin ha dado a esta guerra que ha matado a civiles y destruido vidas.
Ella afirmaba que sería testigo de cómo juzgarían a Putin como un criminal de guerra, junto a su cuadernillo en donde tenía documentado la lista de mujeres y hombres masacrados por los paramilitares rusos, los bombardeos, y cada parte de Ucrania herida.
Hay quienes no saben mirar a la muerte de frente, ella sí sabía cómo y seguramente entendía que en algún momento podía ser ella la que terminara siendo observada por alguien más.
Sin quererlo, ni pensarlo, en su libro que estaba en proceso: “Diario de injusticias de guerra: mirar a las mujeres que miran a la guerra” ella será la primera o será la última, que gracias a su mirada y su capacidad literaria no solo miraba, sino documentaba lo que veía.
Pasará a la historia como esa mujer que miró y murió en la guerra.
