Por Laura Garza
Pensar en tiempos de represión social era inimaginable, creer que la sociedad iría desinteresándose en su país era impensable, y que se le abriera la puerta de par en par al populismo tampoco lo vimos venir.
La combinación del hartazgo político y de dos tipos de pobreza: la humana y la económica, nos han sucumbido en un socavón.
El destino de América Latina parece ya escrito, un país y luego el otro y después uno más. Nunca pensamos que nos tocaría, pero lo mismo pensaron en Venezuela. Todo parecía pasajero, cuestión de girar el timón entre todos, pero ¿quiénes eran todos? E
Entonces fueron volviéndose ciegos, mudos y gritaban más fuerte entre más monedas las lanzaran. De allí 25 años de un socavón tan profundo que se acabaron las monedas y parece no haber salida.
En México comenzamos a envolvernos en la misma dinámica, con un movimiento lleno de una narrativa de odio y polarización. El bloque oficialista con mayoría calificada en la Cámara de Diputados y en la de Senadores en done pueden aprobar enmiendas a la Constitución sin consensuar con la oposición.
El discurso repetitivo de resentimiento, del pasado, del victimismo, de mentiras y mucho descaro.
En la segunda edición del Foro América Libre en la Ciudad de México que se llevó a cabo la semana pasada, fueron un sinfín de advertencias para México y otras partes del mundo, tras la dictadura más cercana de Maduro en Venezuela como un gran ejemplo.
Tuvimos la fortuna de contar por videollamada con Maria Corina Machado, y en mi caso, fue verla por segunda vez en ese microespacio de pared blanca y una ligera luz natural de su lado izquierdo en su rostro.
De escucharla hablar “en bajito”, a veces con la voz entrecortada y los ojos llorosos, pero siempre con la sonrisa de esperanza, del mismo deseo que la hizo recorrer todos u país confrontando al régimen de Maduro.
Su estado como refugiada en un pequeño espacio desconocido, escondida por completo del dictador que no acepta su derrota por segunda ocasión y que ha iniciado una dura persecución hacia ella y la oposición.
En ese momento nos habló de lo difícil que es para la oposición operar dentro de su país ante una feroz represión que incluyen detenciones arbitrarias, torturas, maltratos y desapariciones.
Al ver la escena frente a mis ojos, la imagen en la pantalla de fondo y la silla vacía, solo pude pensar en estos tiempos de ausencia, de vacíos y de oquedad social.
Cuando hablo de ausencia y vacíos, me refiero a la falta de líderes, de discurso, de valientes, de congruentes, de liderazgo y de poco a poco de libertad.
La democracia nos acercaba a la libertad de decidir, de debatir, no de abatir al contrario o a las voces diferentes a mí.
La silla vacía es meramente material, pero su verdadero significado es un grito de justicia, un lamento de opresión, una fuerza menor reprimida por un poder mayor.
Ya no es una advertencia para otros países y por supuesto para México, ver esa silla vacía y escuchar la voz silenciada de una María Corina Machado de fondo, nos obliga a hacer una profunda reflexión de qué y cómo haremos cuando nos quieran quitar la voz, las calles, las ganas de romper las cadenas de mentiras y recuperar la democracia.
Para México, todo comenzó hace seis años pero con el mismo partido en el poder, con solo mes y medio nos están demostrando que quieren todo a la buena o a la mala.
Una imagen que más vale dejarla en la memoria como un recordatorio que podrán ganar todo, menos nuestras voces y pasión por defender nuestra libertad y recuperar el país democrático que somos.
Gracias al esfuerzo de Mariana Gómez del Campo, Presidenta de la Organización Demócrata Cristiana de América y secretaria de Asuntos Internacional del Partido Acciona Nacional y al apoyo de más de 70 organizaciones, entre expertos, organizaciones de la sociedad civil y fundaciones políticas de 30 países para sustentar un compromiso común con los principios de libertad individual, democracia y Estado de derecho.