Laura Garza

© Laura Garza

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Los niños...también

Ellos replican el comportamiento de los adultos. Se han vuelto fríos y duros, y sin ningún filtro o precaución, desenfundan su teléfono y fotografían lo que ven.

La mirada se ha democratizado, globalizado, diversificado y tanto niños como adultos han desarrollado esta necesidad más que capacidad de desenfundar su teléfono, como si estuvieran en el viejo oeste, tan rápido para poder disparar y fotografiar lo que ven. 

Hace unos días, un periodista de National Geographic resultó herido al recibir un disparo en la pierna mientras entrevistaba a un supuesto traficante de drogas en Ciudad Juárez. La realidad superó la ficción de cualquier otra producción que seguramente había hecho. 

A pesar de su experiencia en el tema de entrevistar a involucrados del mundo de la droga, esta vez le tocó estar en los balazos, en el ‘agáchate para que no te den’ en el ‘¡córrele guey!’ en el ‘ya valió….’ mexicano. 

Esta imagen es tremenda, es bestial, es impactante y penosa para una sociedad que ha hecho todo para que los niños sean sus mejores alumnos. 

Hemos hecho todo para que los pequeños hoy reproduzcan nuestro comportamiento. Como el que vemos que el chico de la playera amarilla hizo ese día. Los niños no solo fueron testigos del estruendo de los balazos, o de los gritos y la adrenalina de los vándalos, sino que fueron parte de la escena final: la sangre en el piso. 

Es interesante la asociación que siempre plantea Gérard Wajcman y que por alguna razón, pareciera que es atemporal, porque hoy en día todos queremos ver y ser vistos, sino para qué fotografiamos lo que ni siquiera nos pertenece. 

Es decir, el niño fotografía a los restos de unos desconocidos, pedazos de piel llenos de sangre con tierra, y quizá algo más que la barda de blocks grises no nos dejan ver. 

 ¿Para qué fotografiaría eso un niño? No es normal. Pero claro, hoy en día que todos queremos tener la imagen de lo que sucede a nuestro alrededor para compartirla por whatsapp, por mensaje, por Facebook o cualquier otra red, es que todo tiene lógica. 

 Los niños allí parados, solos, sin un adulto que les diga que es una escena que no deben de ver, sin nadie que les diga que se vayan a su casa porque pueden haber más disparos… nadie. 

 Y así es como se va normalizando todo, el escuchar balazos, el ver muertos, el oler la sangre, el no tener miedo y ser tan fríos que, tal cual como en el viejo oeste, desenfundan su teléfono a tal rapidez que disparan, se llevan su imagen y se vuelven populares en cuestión de segundos. 

 Fotaza de mi amigo y premiado fotoperiodista José Luis Gonzáles, de la agencia Reuters.  

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