Por Laura Garza
Hemos visto a un hombre de más treinta años hablar de manera franca frente mujer activista y muy cercana al sistema penitenciario, sobre su tarea fallida de asesinar a un periodista, que según él, ya se estaba pasando.
Fue en diciembre del 2022 en que una motocicleta cerró el camino a Ciro Gómez Leyva a una corta distancia de llegar a su casa para matarlo. Los encomendados no contaban con la camioneta blindada en la que el comunicador manejaba y fallaron.
La moto y los dos coches que lo esperaban afuera del canal y que lo siguieron hasta dispararle lograron desaparecer con facilidad.
La policía de la Ciudad de México detuvo a 11 supuestamente implicados. Pero al que hemos visto en estos días es al autor intelectual, o al menos al que lo “iba” a ser.
Un hombre con un tatuaje pequeño de cada lado del rostro, y en demasía en sus brazos y manos. Vestido con el uniforme del penal en donde se encuentra esperando su sentencia, una gorra del mismo color del personaje mítico Mario Bros.
Señal de que hay algo de buen humor en su vestimenta y en su ánimo
Lo que hemos visto son fragmentos en video de la entrevista, por lo que la imagen de este personaje nos embiste la humanidad al escuchar sus declaraciones que nos sorprende y sobre todo nos impacta.
La nula empatía hacia la vida de los demás, aceptando que no ha matado a tantos pero quizá sí a unos veinte. Y mientras tanto su mirada que no siempre sostiene a la entrevistadora, que los mueve de un lado a otro, pero con cierta calma o con un ritmo que va de la mano con sus piernas abiertas en su totalidad que no dejan de moverse durante toda la entrevista.
Es él un psicópata y como buen homicida, un sádico. La frialdad y naturalidad con la que describe a Ciro como “un paciente más” y que si lo tuviera de frente no tendría por qué pedirle perdón, nos deja a todos atónitos.
Su más grave error fue no verificar que la camioneta no estuviera blindada, porque eso le ha traído “cosas” que dicen allá afuera.
Fallar, ha sido lo peor que le ha pasado, porque estar en la cárcel no le preocupa, ni mucho menos le inquieta. Unos 10 o 12 años sin problema.
Mientras se limpia la nariz o se agarra la gorra de vez en vez.
Nerviosismo y cinismo a la vez, que logra la atención completa de Saskia Niño de Rivera y de todos los que atestiguamos su ironía y su naturalidad.
Su chamba era matarlo, así como ha matado a otros. Habla de los periodistas como si “se ganaran” el ser asesinados, en un país que se mantiene en el ranking de los países más peligrosos para ejercer el periodismo al margen de zonas de conflicto.
El hombre se llama Bart, un asesino que podrá cumplir con los distintos trastornos que se encuentran en los análisis de estas personalidades, y que se presenta ante un micrófono y cámaras con la osadía de quien no ha tenido ningún tipo de represalia en no sé cuántos años que lleve matando.
Un hombre con la insolencia y la indiferencia de matar a uno o matar a 20; de asegurar que los periodistas quieren hacer su trabajo sin saber que puede haber alguien más arriba que los quiera matar; con la mordacidad de que estará unos años en la cárcel pero no quiere estar hasta que salga viejito; con la franqueza de no sentir el más mínimo resentimiento y el desafecto de poder ver a su víctima fallida en la audiencia y todavía ponérsele de tú a tú con la mirada.
Sus declaraciones y su imagen se nos ha colado en la mente de todos, y no hay manera de armar las piezas del rompecabezas de su cabeza, lamento mucho por lo que pasa Ciro Gómez Leyva con las declaraciones de este tipo a viva voz.