Por Laura Garza
A distancia uno podría creer que lo que estamos viendo es una de esas fotografías multitudinarias que planeaba el fotógrafo Spencer Tunick con miles de personas desnudas en contextos urbanos de distintas ciudades en el mundo.
Pero no, no es ninguna escena del fotógrafo norteamericano, porque, aunque lo que más veamos sea la espalda al descubierto de decenas de hombres en una misma posición, en realidad son los criminales o “colaboradores” de las pandillas que ha apresado el gobierno de El Salvador.
El día de hoy el presidente de El Salvador Nayib Bukele, anunció el traslado de 2,000 pandilleros más a la cárcel de alta seguridad ocupada por “miembros de estructuras criminales” en Tecoluca, El Salvador.
Según Bukele este Centro del Confinamiento del Terrorismo, abreviado como CECOT es el más grande de América porque puede albergar hasta 40 mil hombres.
La mayoría de estos caballeros provienen de colonias pobres en aquél país, y desde hace dos años que el presidente salvadoreño, los habitantes tienen un número telefónico para que cualquiera pueda reportar y denunciar de manera anónima a los terroristas y criminales.
Estamos hablando que algunos de los que vemos pudieron ser “colaboradores” de la Mara Salvatrucha o de Barrio 18, las dos pandillas más poderosas y violentas en los últimos 25 años.
La fotografía cedida por parte del Gobierno de El Salvador tiene un mensaje claro, sin necesidad de preparar un cartel o una campaña de concientización para los ciudadanos que se han vuelto policías y jueces, tanto para los que no andan en buenos pasos.
Cuando los atrapan, se les acabó el nombre y el apellido, su rostro deja de existir y los tatuajes quizá solo sirvan para entender de qué barrio vienes al interior del confinamiento; pero allí dentro nadie es alguien.
Le invito a que mire la foto, en materia fotográfica la composición y el ritmo es perfecto, nos perdemos entre los dedos de las manos colocadas en la nuca y en la cabeza. Pero nos perdemos entre los cuerpos que se asemejan más a cadáveres puestos en un orden perfecto, sin relacionar que son un grupo de hombres que sentados unos tras otro han perdido la libertad hasta para extender los brazos y mirar en alto.
El tema es y será controversial. Hay quienes defienden sus derechos humanos, aún si fueron criminales que mataron, robaron, violaron y quién sabe qué más atrocidades se atrevieron a hacer.
Hay quienes opinan que al momento de hacer cualquiera de esas salvajadas pierden cualquier tipo de derecho y al caer en la cárcel, es más que el castigo perfecto.
Estos “miembros de estructuras criminales” han dejado de ser personas para ser “miembros” y clasificados como “colaboradores” de las bandas. Ya nadie los refiere como personas, individuos u hombres.
Bukele ha instalado un régimen de excepción en donde todos son iguales, son criminales en serie. Por ello no llevan ropa, mas que un bóxer blanco y su uniforme es su piel tatuada y su pelo a rape.
No se sabe si la cercanía entre uno y otro los lleva a violentarse entre ellos, o las torturas son ciertas y muchos de ellos terminarán entregados a sus familiares como cadáveres con señales de golpes, asfixias y quebraduras de extremidades.
Humanamente es terrible ver estas imágenes, en donde ni alzar la vista se permite y ni mucho menos despegar sus pieles de los unos contra los otros.
Imágenes que nos recuerdan lo humanamente terroríficos que podemos ser.