La Ciudad que dejó de escuchar

Por Laura Garza

La capital del país, el centro para los 31 estados, el imán que atrae a mexicanos y turistas a conocer. La Ciudad de México que, aún cambiando de nombre, continua con su misma magia urbana, caótica y encantadora.

Av. Reforma la avenida más conocida, más recorrida y que día a día la viste cientos de miles de personas que van y vienen en cada uno de sus sentidos para ir a trabajar o simplemente para hacer vida.

La CDMX y lo que parecía una infinita capacidad de escucha fue apagándose durante estos seis años bajo el cargo de Morena en su jefatura de gobierno, como en la presidencial.

El asfalto capitalino no deja de recibir hombres y mujeres de todos los sectores, con tan distintas causas, pero todos con el mismo objetivo: ser escuchados. Pero nadie los recibe, nadie sale de esas puertas majestuosas y ostentosas de cada Secretaría, de oficinas de gobierno o el propio Palacio.

La gente venía porque sabía en el entendido que, en la capital, el centro del país, la ciudad de las libertades, de la tolerancia, y de la pluralidad es la base de los políticos más influyentes y sobre todo capaces de promover acuerdos, pactos y leyes en favor de una mejor sociedad.

Pero ahora viene y nadie los escucha, se quedan en la calle al calor del asfalto y ante la mirada y los autos a su alrededor.

Madres buscadoras alrededor de la Palmera, del Ahuehuete y de nada. Madres y padres de hijos desaparecidos sentados en el piso fuera de la Secretaría de Gobernación, trabajadores plantados afuera del blindado Palacio Nacional, los padres de los 43 que van y vienen esperanzados que les cumplan como aquel día de campaña o cuando López Obrador llegó al poder.

Pero nadie escucha, nadie recibe a nadie, nadie pone atención a nadie, nadie plantea ese acuerdo, esa instancia que les extienda la atención y una posible solución, cercana o lejana en tiempo, pero que todos pudieran volver con una posibilidad en las manos. Hoy regresan y regresan igual o peor de solos, de abandonados e ignorados.

Ante eso, quedan los muros colectivos, las glorietas, las paredes alrededor de las instituciones o propiamente ellas. Por eso los padres, las madres, las mujeres violentadas, los trabajadores abusados y amenazados por el crimen organizado, buscan dónde dejar sus mensajes para que sean leídos por los medios de comunicación, por alguien que pase en la calle, por quienes deben enviar a trabajadores de limpieza del gobierno de la ciudad a limpiar.

Como en la foto que capturó Sashénka Gutiérrez en Av. Reforma tras nueve días de manifestaciones por los padres que exigen el regreso con vida de los 43 normalistas.

No es fácil ser la Ciudad de México, pero se ha convertido en una ciudad difícil, autoritaria y negada a escuchar. 

Eso no era antes, digan lo que digan; yo siendo regiomontana y llevando casi 12 años aquí, puedo darme cuenta que la Ciudad de México dejó de escuchar y no por hartazgo sino por desinterés de las autoridades que hoy la dirigen y que están a cargo del país, los mismos que quieren continuar con “lo mismo”.

Cuidado, porque si eso pasa, la Ciudad de México siendo la base y centro del país en materia política y social, se convertirá en una hoguera de tantas causas sin escucha, de tanto dolor sin atención y de tantas injusticias ignoradas.  

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