Por Laura Garza
México como el país de paso y de albergue de tantos migrantes, que los mueve de un vagón a otro a toda velocidad, unos con casa de campaña ya instalada en las alturas, otros colgados como película western o hollywoodense.
Hace unas semanas pude ver en Aguascalientes vagones de tren llenos de migrantes, sostenidos por su propio peso ante una velocidad máxima que cualquiera pensaría que podrían salir volando.
Pasaban y apenas podías verles bien los rostros, eran más bien como la silueta en distintas posiciones, pero todos encima del acero caliente y el torbellino del viento.
La ola de migrantes continua su paso por nuestro país con la misma intención que todos en la fila “llegar a Estados Unidos”. Cientos de miles de venezolanos cruzan el país para solicitar el Estatus de Protección Temporal que el presidente Biden recién aprobó.
Los venezolanos que llegaron antes del 31 de julio de este año, en teoría serán apoyaros para obtener permisos de trabajo dentro del país norteamericano, lo que ha hecho que cada vez más compatriotas decidan sumarse a las caravanas que cruzan el país, arriesgando sus vidas y exponiéndose a que sean secuestrados por el crimen organizado o en su defecto desaparecidos.
La fotografía del fotoperiodista y ganador del Pulitzer en el 2008-2009, Adrees Latif captura una escena de absoluta agonía y falta de piedad.
Foto: Instagram @adreeslatif / Reuters
La escena como es, cruda, gris y sombría. La luz natural que evidencia el ambiente alrededor de todos, sin un mínimo de arreglo en la luz o en sus sombras.
En primer plano vemos a una familia peruana, son cinco y son el reflejo de la frustración, la añoranza, el cansancio y la desesperación de no saber si sí o sino avanzarán. La mitad de sus cuerpos están bajo el agua fría del Río Bravo.
Ellos son de los afortunados que han llegado hasta allá, que llegaron hasta Piedras Negras y cruzaron el río Grande hasta Eagle Pass hace 10 días. Se la jugaron todo al pasar el tramo más peligroso del viaje que es cuando cruzan las supuestas aguas quietas del Río Bravo que por debajo aguardan los peores remolinos y corrientes feroces.
Les llovió con granizo, una tormenta eléctrica que bien pudo debilitarlos, pero ya estaban allí. Mojados o secos, cruzar un alambre de púas era lo mínimo. La madre de Luis, el niño de 10 años que aparece abrazado por su madre agotada es la cara de quien desconoce el siguiente obstáculo a cruzar.
Detrás de ellos más hombres, mujeres y niños con la mitad del cuerpo bajo el agua y la lluvia sobre ellos.
Deberían de ser tiempos de acuerdos congruentes entre países, de los grandes con los chicos, de los de poder con los que están secuestrados por locos populistas que los han dejado en la calle.
Esta imagen demuestra la grandeza del ser humano en intentar y volver a intentar ser grandes y a sobrevivir sin tener nada.
Mañana 27 de marzo serán seis meses del incendio en el centro de migrantes en Ciudad Juárez donde murieron 40 migrantes por negligencia y abuso de poder. En el camino siempre hay muertos, pero también hay quienes tienen mayor suerte y logran llegar.
Hay puentes que solo son de adorno y no sirven de nada, como el naranja que usted y yo vemos.
Ojalá ellos lleguen, ojalá todos encuentren cómo vivir mejor fuera del agua y de toda tormenta.
@adreeslatif
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