Ebrard

Por Laura Garza

No hay campaña política sin imagen. El mensaje visual como potencializador de cualquier ideología, propuesta o tendencia. 

Las palabras no nos atrapan tanto que un video bien producido, que una serie de fotografías que nos lleven al camino de la aspiración.

Aspirar estar cerca del poder, a vernos tan sonrientes como la gente que aparece allí, a creer en la mirada, la sonrisa y la actitud del o la candidata y entender que él o ella sí serán mejor.

La imagen como un recurso aspiracional y en la política es igual. Las revistas que venden un estilo de vida las compramos en el súper o las hojeamos para acerarnos a esas vidas retocadas pero bonitas. En las campañas nos venden propuestas sociales y políticas que pareciera nos harán vivir mejor como ente y sociedad.

Todos vendemos una imagen que no somos, de vez en cuando. 

Marcelo Ebrard es un experimentado político y diplomático que avanza sigilosamente en la carrera de las corcholatas. Como lo he dicho los viernes del análisis de las campañas no campañas en materia de comunicación digital e imagen, es el más espontáneo y cercano con la gente.

Pero sobre todo con los jóvenes.

En esta foto lo que vemos es juventud y una auténtica sonrisa al estar de lado del candidato, “no candidato”.

Foto: Isaac Esquivel / EFE

Por más que hayan sido citados allí y les regalaren las playeras con la caricatura del canciller, todos se acercan, se pegan unos a otros, identificándose con él.

No hay forcejeos, hay entendimiento de estar en un lugar cómodo para todos y aún más, voluntad. Después de ver tantas fotografías de los distintos eventos de los tres personajes, esta creo que es de las que deben de estar en la selección final del equipo de Marcelo Ebrard.

La joven con el bebé en brazos podría ser un símbolo de energía femenina, quien estudia, acude a eventos y materna al mismo tiempo. También con una apertura en el equipo de trabajo, que permitió acceso a todas y todos sin restricciones de llevar a su hijo en brazos. Ella en la primera línea de un buen número de mujeres que emanan buen humor y gusto por estar allí.

El canciller tiene la soltura de mezclarse con distintos grupos, con los jóvenes es con quien más se identifica y aún más, los atrae. Él sonríe, mira a la cámara, se deja abrazar, abraza y si hay que bailar baila.

Es el claro ejemplo de quien sabe más de la gente que de un discurso repetitivo que sale del Palacio Nacional. 

Ojalá le sume en el conteo final. Ojalá. 

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